Breath of the Wild y Tears of the Kingdom: dos visiones del mismo Hyrule
1. El Legado de Hyrule Continúa
Cuando The Legend of Zelda: Breath of the Wild llegó en 2017, no solo marcó el nacimiento de una nueva era para la saga; redefinió por completo lo que un juego de mundo abierto podía ser. Su filosofía de libertad real —sin barreras artificiales, sin caminos prediseñados, con un mundo que recompensaba la curiosidad— caló hondo entre jugadores y desarrolladores por igual.
Años después, Tears of the Kingdom no se conformó con ser una simple secuela. Aprovechó la base sólida de su predecesor para construir algo más grande, más complejo y más expresivo. Donde Breath of the Wild era descubrimiento, Tears of the Kingdom es invención. Esta reseña busca explorar cómo ambos títulos se complementan, cómo se diferencian y por qué, juntos, forman una de las duplas más importantes de la historia del videojuego.
2. Los Cimientos Compartidos: Un Mundo Familiar, Pero Diferente
Ambos títulos comparten el mismo Hyrule, pero no se sienten idénticos. Volver a este mundo en Tears of the Kingdom es como regresar a una ciudad conocida después de varios años: las montañas siguen en su sitio, los caminos aún existen, pero hay nuevos puentes, ruinas caídas del cielo, y grietas que te invitan a bajar al subsuelo.
La filosofía de diseño sigue intacta: todo lo que ves puede ser explorado, escalado o alterado. En lugar de guiarte, los juegos te animan a trazar tu propio camino, premiando la observación y la creatividad. No hay soluciones únicas: el jugador improvisa, se equivoca y, sobre todo, descubre.
Estéticamente, ambos comparten una dirección artística similar, con tonos pastel, trazos suaves y una atmósfera contemplativa. Pero Tears of the Kingdom añade más contraste: cielos dorados, subsuelos oscuros, estructuras brillantes de la civilización Zonai. También en lo sonoro hay evolución: la música minimalista de Breath of the Wild se vuelve más presente en Tears, con nuevos motivos melódicos y mayor dinamismo en función de lo que ocurre en pantalla.
3. Evolución de la Jugabilidad: De la Sheikah al Brazo de Link
En Breath of the Wild, la tableta Sheikah y sus habilidades definían tu interacción con el entorno. Magnesis permitía mover objetos metálicos; Cryonis congelaba el agua para crear plataformas; Stasis congelaba el tiempo para manipular momentum; las bombas servían tanto para combate como para resolver puzles. Estas herramientas eran limitadas en número, pero ricas en posibilidades.
Tears of the Kingdom reinventa todo eso. El nuevo set de habilidades —Ultrahand, Fuse, Ascend y Recall— ofrece un abanico más amplio y experimental. Con Ultrahand puedes construir vehículos o estructuras complejas; Fuse te permite modificar tu equipo combinando objetos con armas o escudos; Ascend te deja atravesar techos y acceder a nuevas rutas verticales; y Recall revierte el movimiento de objetos, abriendo un sinfín de soluciones creativas.
La consecuencia directa es un cambio radical en cómo se abordan puzles y combates. Breath of the Wild promovía ingenio dentro de un conjunto de reglas claras. Tears of the Kingdom amplía esas reglas y casi las dinamita, dejando en manos del jugador las herramientas para redefinir el sistema. En ese sentido, Tears es más abierto, más caótico y más sorprendente, mientras que Breath of the Wild resulta más limpio, directo y elegante.
4. La Expansión del Mundo: Más Allá de la Superficie
Y para usar estas nuevas herramientas, Tears of the Kingdom nos ofrece un Hyrule que no solo ha cambiado en la superficie, sino que se ha expandido en múltiples dimensiones.
Las islas celestes, suspendidas en lo alto del cielo, ofrecen un ritmo más pausado, centrado en plataformas, físicas y control del espacio. Visitar estas islas genera una sensación de aislamiento y contemplación, alejada del bullicio del mundo terrestre.
En el extremo opuesto, las Profundidades (Depths) son un espacio hostil, cubierto por una oscuridad casi total. La exploración aquí se convierte en un ejercicio de tensión y gestión de recursos, en una experiencia que transforma por completo la forma en que te mueves por Hyrule. El contraste entre cielo y subsuelo refuerza la idea de que Tears of the Kingdom no es simplemente una secuela: es una expansión total del mundo que ya conocíamos.
Además, el Hyrule de superficie también ha cambiado. Ahora hay nuevas cuevas, pozos, estructuras caídas y asentamientos reconstruidos. Para quienes pasaron decenas de horas en Breath of the Wild, esta evolución es palpable, y da una razón de peso para volver a recorrer cada región.
5. Narrativa y Temática: Historias en un Mundo Post-Apocalíptico
La historia de Breath of the Wild está marcada por el silencio y la ausencia. Link despierta en un mundo roto, donde la mayoría de los recuerdos han sido borrados. A través de flashbacks y exploración, reconstruyes una tragedia: un mundo que perdió su última gran batalla. La melancolía lo tiñe todo, desde los campos hasta los pueblos medio abandonados.
Tears of the Kingdom, en cambio, es una historia de reconstrucción. Aunque arranca con una nueva amenaza —el resurgimiento de Ganondorf—, su foco está en el pasado remoto del reino y en la posibilidad de forjar un nuevo futuro. La civilización Zonai, las ruinas flotantes y los misterios enterrados dan una nueva dimensión al lore de Hyrule.
Los personajes secundarios también crecen. Los poblados muestran evolución: hay construcciones nuevas, relaciones que progresan y protagonistas que retoman su papel con mayor peso. El mundo ya no solo reacciona a tu presencia: ha cambiado contigo.
6. La Experiencia General del Jugador: Sensaciones y Percepciones
Ambos juegos comparten una curva de dificultad suave, donde el verdadero reto no es sobrevivir, sino experimentar. Breath of the Wild puede parecer más duro al principio, sobre todo por la fragilidad del equipo y la ausencia de dirección. Tears of the Kingdom suaviza algunos aspectos —como el acceso a materiales o las construcciones de apoyo— pero también lanza desafíos más complejos en sus nuevas áreas.
La gran diferencia es el “factor novedad”. Breath of the Wild sorprendió porque no se parecía a nada. Tears of the Kingdom hereda esa estructura, pero necesita conquistar al jugador desde otro ángulo: la creatividad desatada. Construir, fusionar, manipular… todo eso es nuevo, pero se apoya en una base ya conocida.
En términos de contenido, Tears of the Kingdom es más grande, más denso y más largo. Pero Breath of the Wild tiene una pureza en su diseño que muchos aún consideran insuperable. Ambos juegos son rejugables, pero por motivos diferentes: uno por su exploración minimalista, otro por su profundidad mecánica.
7. Conclusión: ¿Un Nuevo Estándar, o un Compañero Imprescindible?
Tears of the Kingdom no reemplaza a Breath of the Wild: lo complementa. Ambos títulos parten de la misma semilla, pero florecen de forma distinta. Uno define una nueva era; el otro la expande con ambición y riesgo.
Para nuevos jugadores, lo ideal es empezar por Breath of the Wild, no solo por continuidad narrativa, sino por apreciar mejor el salto que representa Tears of the Kingdom. Para quienes ya han vivido esa primera aventura, Tears ofrece una reinvención que merece igual o más atención.
Dos juegos, un mundo, y una forma de jugar que cambió para siempre cómo entendemos la libertad en los videojuegos.
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